jueves, 30 de marzo de 2017

¿Que es la balanza de pagos?

Samanta Miranda

La globalización de las finanzas





Esta globalización avanza con gran rapidez. El tráfico diario de divisas se acerca al billón de dólares. A fines de la década del 70 llegaba apenas a 7.500 millones de dólares y a mediados de los ochenta a 150.000 millones. El tráfico internacional de capital se ha independizado de las corrientes comerciales y financieras. 

Mientras en 1986 el movimiento del mercado de divisas era 25 veces mayor que el volumen del comercio mundial –el cual por su parte creció en los últimos 10 años a un promedio del 5% anual, es decir el doble que la producción mundial–, en 1990 la relación había subido a setenta veces. 8 También cambió la dirección de los flujos. En la década de los 70 fueron los países industrializados los que atrajeron el grueso del capital con el objetivo primordial de equilibrar sus déficits fiscales. En los años 90, los bajos intereses en los países desarrollados, la reducción de las deudas externas y las reformas neoliberales ejecutadas en los países en vías de desarrollo fueron las causas de que una parte considerable del capital privado fuera colocado en los «mercados emergentes», sobre todo en América Latina. 

Desde el comienzo de la década del 90 ingresaron a esta región entre 15.000 y 20.000 millones de dólares por año como inversiones directas. Además, los bonos de la región encuentran buena aceptación en los mercados financieros internacionales. Los altos intereses, la escasa supervisión de bancos, los bajos impuestos y las generosas condiciones de repatriación de ganancias prometen hoy altas utilidades en no pocos países latinoamericanos. Para dar un ejemplo, en 1991, es decir cuando comenzaron a implementarse los programas neoliberales de ajuste definidos en el famoso Consenso de Washington, los depósitos colocados en Argentina obtuvieron nada menos que un 392% de rendimiento.

Dado que la cuota de ahorro interno en dichos países oscila entre la mitad y los dos tercios de la habitual en los mercados emergentes de Asia (1994: 33,4%), ese flujo de capital para la financiación del desarrollo fue muy bien recibido en América Latina. El problema es que gran parte de este dinero se colocó a corto plazo –en Argentina el 75% (1992) y en México el 64%. De acuerdo con los datos del Banco Sudameris (p. 27), los créditos a largo plazo representaban en la región solamente el 5,7% en 1990 y el 15% en 1994. La volatilidad y colocación a corto plazo de ese capital «caliente» o «golondrina», forma parte de un cuadro en el que las actividades económicas están caracterizadas por el predominio de la dimensión financiera sobre la productiva. 

Este «financierismo latinoamericano» –como Bouzas y Ffrench Davis lo denominan– ha sido alimentado por los procesos de globalización financiera, por los cuales se ha constituido una red de especulación pura, que con técnicas e instrumentos en avance perpetuo es capaz de reciclar 210.000 millones de dólares por año, una masa de dinero equivalente a tres veces el producto bruto del mundo. Esta trama neuronal interactiva (de hecho, la primera manifestación cabal de dos conceptos asociados: la aldea global de Mc Luhan y la autopista informática) opera sin parar día y noche, tiende a desestabilizar la economía real y con ella la vida cotidiana. Además parece reducir la soberanía de los Estados nacionales, incluso de las potencias. Se asiste entonces a la creación de redes financieras mundiales y no de una economía mundial.

Cabe recordar, sin embargo, que no todos tienen el mismo acceso al capital internacional. Sólo 20 países tienen acceso indiscriminado a este juego en tanto que 140 países son objeto de olas especulativas sin autonomía propia. Además, sólo el 2% de los movimientos de capital corresponde a intercambios de bienes y servicios (Touraine), de manera que se está produciendo un 9 desacoplamiento cada vez más claro entre la economía real y la economía virtual. Visto este cuadro no es sorprendente que Touraine sostenga, siguiendo el mencionado análisis de Hilferding, que estamos reviviendo a mayor escala lo que a principios de siglo se llamó imperialismo, es decir, el predominio del capital financiero internacional sobre el capital industrial nacional. Otro científico francés, Michel Albert, ha contrapuesto el capitalismo anglosajón, que es ante todo financiero, a lo que denomina capitalismo renano (asimilable, según él, al capitalismo japonés, al menos antes del estallido reciente de la burbuja financiera), condensado en el modelo alemán: la asociación estrecha entre la banca, las grandes empresas, los sindicatos y el Estado, una constelación que hoy, sin embargo, está en proceso de revisión. 

Una cosa es segura: los cambios en marcha van mucho más allá de lo coyuntural. Lo que hoy está en cuestión es el dinero convencional, en peligro de ser desplazado por el dinero electrónico. Los «electrodólares» resultan tan seductores como cualquier juego de video y, como éste, están al alcance de todos. Ni siquiera es necesario tener mucha educación. Quienes están familiarizados con el dinero informático (megabyte money) le atribuyen una serie de cualidades. Es excelente para transacciones pese –o debido– a su carencia de valor intrínseco, y representa una cómoda unidad contable pese –o debido– a que está desligado de la economía real. 

También puede moverse velozmente, trasladarse por encima de espacios regulados, imprimirse o emitirse hasta por fibra óptica, convertirse de una moneda a otra en segundos, negociarse en cualquier plaza o en varias al mismo tiempo, mudar al instante en bonos, acciones, opciones, futuros, etc. Este capital no toma en cuenta el mapa político porque se mueve en un universo cualitativamente distinto al de etapas anteriores del capitalismo. Pero el dinero informático no funciona bien como depositario del poder de compra y cada año su valor desciende con respecto a los activos reales. Por lo demás, el potencial inflacionario del dinero electrónico y el deterioro del dinero convencional son efectos que el monetarismo ortodoxo ni previó, ni jamás hubiera deseado.

 Ese proceso de globalización tiene –por supuesto– ganadores y perdedores. La misma participación en el mercado gris de capital puede ser muy riesgosa. En Alemania se calcula que del total invertido en dicho mercado (45.000 a 55.000 millones de dólares) alrededor de 22.000 millones se pierden. Los operadores financieros son capaces de generar de 20 a 50 dólares virtuales por cada dólar circulante en la economía real. La especulación impone normas y prioridades a un grado que muy poca gente sospecha. La especulación es, en primer término, sinónimo de cambios abruptos, el dinero fluye velozmente a un mercado y lo abandona con igual rapidez, como se ha visto con toda claridad en la (segunda) crisis mexicana de finales del año 1994 y su «efecto tequila» (sobre todo en Argentina), y también de manera reciente en los temblores de las bolsas latinoamericanas como consecuencia de las olas de devaluación en el Sudeste asiático. 

La tecnología (informática, comunicaciones, ingeniería matemática), acelera constantemente esos flujos financieros y aumenta su volatilidad e 10 hipersensibilidad, sobre todo en materia de futuros y opciones. Sin tanta fluctuación veloz no habría tantos ganadores ni perdedores a nivel mundial en tan poco tiempo, donde impera un juego de suma cero. Además, los jugadores necesitan cada vez más dinero electrónico porque sus ganancias compran cada vez menos activos reales. Entonces entran o salen de una colocación con mayor frecuencia, echando mano a instrumentos, productos o estrategias inversoras novedosas. En rigor, los mercados no giran ya alrededor de inversiones sino de transacciones. Este casino financiero se cruza con la economía real en varios puntos: 

1. Los intereses: la actividad productiva sufre cuellos de botella si las tasas suben demasiado o muy velozmente. Lo mismo sucede con la demanda de cualquier rubro sujeto a financiamiento. Por consiguiente, la volatilidad que beneficia al especulador ahogará a consumidores, industriales, comerciantes y, finalmente a toda la sociedad.

 2. Otra intersección surge en las paridades cambiarias, objeto en 1995 de la corrida más grande de la historia. La constante fluctuación de ciertas divisas afecta insumos, precios finales, márgenes de ganancia, costos, ventas, el bienestar y el clima social.

 3. También las empresas transnacionales participan y se han transformado en jugadores del casino planetario. Aunque los intereses suban, no necesariamente les parece oportuno dejar su dinero en el banco. Por el contrario, cada noche sus computadoras «barren» las cuentas moviendo activos hacia donde haya mayores ganancias en menor lapso. A su vez, las empresas ya no se limitan a mantener existencias y papeles (acciones, en particular) para ganar dividendos o aumentar sus activos reales. 

Hoy, sus sistemas informáticos, analistas y operadores se alejan de la economía real en pos de veloces negocios con carteras globalizadas. Toda esta galaxia, a su vez, se aleja de la economía real, del mundo donde todavía hay Estados que creen estar manejando la vida cotidiana. Otro aspecto a mencionar aquí sin entrar en mayores detalles, como contracara del mundo anónimo y poco comprensible del capital, es el auge de la religión, del fundamentalismo, hasta del pensamiento mágico, el auge de la violencia urbana, de mitos populistas, recetas mágicas (por ej. la convertibilidad), la dura pero exitosa batalla contra el Estado administrador, planificador y árbitro de la economía real, con el resultado de que el Estado queda demolido y la sociedad sin defensas contra la mega especulación, como por ejemplo ha sucedido en Albania. 

Ivonne Monter 

martes, 28 de marzo de 2017

La globalización. Un concepto y sus problemas




Hace más de un siglo y medio, Marx provocó al mundo burgués con célebres palabras: «Un fantasma recorre Europa: el comunismo». Hoy es otra la frase que está en boca de los líderes políticos, gerentes de empresas, trabajadores y científicos: «Un fantasma recorre el mundo: la globalización». Lamentable pero comprensiblemente, no existe ni una definición clara ni una teoría de la globalización. ¿Se trata entonces de nuevas tendencias evolutivas o sólo de una palabra de moda? 

En una primera aproximación al tema puede diferenciarse muy esquemáticamente entre dos vertientes de interpretación del fenómeno: una versión pesimista y una optimista. Para los pesimistas –sobre todo de izquierda– la globalización es la encarnación del mal. La globalización sería la constatación tardía de las profecías de Carlos Marx, o mejor de Hilferding («el capital financiero»), es decir del predominio del capital, el imperialismo, el poder hegemónico de una minoría sobre las mayorías que provocaría la marginación definitiva de las masas y de los países del Tercer Mundo. De acuerdo con esta versión, los procesos desencadenados por el «capitalismo salvaje» o el «capitalismo de casino» van a acelerar el fracaso definitivo del capitalismo, lo cual constituye en última instancia un consuelo para sus sostenedores. 

Una versión menos dogmática vincula la globalización al socavamiento del Estado de bienestar que resulta de la competencia en el mercado mundial, con la pérdida de empleos e ingresos y de la seguridad laboral y material, con la nueva pobreza, el aumento de la desigualdad, la inseguridad y la criminalidad, temiéndose una vuelta al capitalismo manchesteriano. La globalización se identifica con la pérdida de poder de los ciudadanos, la dictadura del capital, la desestatización, la despolitización y el retroceso de la democracia. Esta visión está muy extendida entre los sindicatos, los partidos de izquierda, el periodismo y los desocupados, pero también entre los científicos –según puede verse en el título de varios libros. En el mismo sentido apuntan algunas investigaciones periodísticas de semanarios como Newsweek, que tituló «Killer Capitalism», y Der Spiegel , que habla de un «TurboKapitalismus». 

En síntesis, puede decirse que la perspectiva pesimista ve a la globalización como la causante de la competencia de localización, la desocupación creciente y la incapacidad de la acción estatal para proveer seguridad ante los riesgos sociales. La versión optimista, que encuentra sobre todo acogida entre los neoliberales, ve en cambio en los procesos de globalización el surgimiento de una nueva era de riqueza y de crecimiento con oportunidades para nuevos actores, para los hasta ahora perdedores y también para los pequeños países. Según esta visión, la globalización de la producción y los mercados mejora las oportunidades de acrecentar las ganancias a nivel mundial, sobre todo en las naciones industrializadas y en algunos de los países en despegue, aunque reconoce que agudiza las luchas distributivas a nivel nacional e internacional (Nunnenkamp). Se sostiene además que el impulso proveniente de los países en desarrollo es cada vez más importante para el crecimiento del comercio, las inversiones y las finanzas.

De acuerdo con los datos del Banco Mundial, a mediados de la década del 80 el volumen del comercio exterior de esos países correspondía al 33% de su PBI y a mediados de los 90 representaba el 43%. El flujo de capitales privados hacia los países en desarrollo se cuadruplicó en la primera mitad de la década actual, pasando a constituir el 60% de los flujos de capital neto activo a largo plazo. La participación de los países en desarrollo en las inversiones directas a nivel mundial aumentó del 23% a mediados de los 80 a más del 40% en 1994. Hay que tomar en cuenta, sin embargo, que de esa evolución participa sólo una docena de países en desarrollo. Los defensores de la globalización afirman que ella crea oportunidades para un desarrollo social y ecológicamente sostenible, sobre todo para las regiones hasta 3 ahora menos desarrolladas.

Por lo que respecta a América Latina, Ramos sostiene en un estudio reciente, que el atraso competitivo de la industria latinoamericana puede convertirse en una ventaja: permitiría saltar etapas y entrar en una trayectoria de rápido crecimiento, siempre que la ortodoxia neoliberal no inhiba la implementación de políticas de fomento adecuadas. Tanto los pesimistas como los optimistas se preocupan fundamentalmente por las consecuencias del proceso de globalización para los Estados nacionales y la política. La opinión más generalizada es la tesis de la declinación, según la cual la globalización está socavando la soberanía de los Estados nacionales y abriendo paso a una «nueva Edad Media» –tal el título de un best-seller sobre el tema. 

Algunos autores hablan del surgimiento de una sociedad informática de dos clases: la globalizada de los ‘alfabetizados digitales’ –Reich habla de «analistas simbólicos» (pp. 189 y ss.)– que vive mayoritariamente en los países industrializados, y la clase de quienes no disponen de sistemas de información y comunicación ni de posibilidades de participación, y –puede agregarse– de trabajo. Como consecuencia de la acelerada evolución tecnológica y del rol preponderante que le cabe a la informática y a la comunicación en la era posfordista, el mercado de los servicios de telecomunicaciones se ha convertido en el más dinámico de la actualidad. Según un estudio del European Information Technology Observatory (EITO) de 1996, en 1995 el movimiento total llegó a un billón trescientos mil millones de dólares y el crecimiento mundial promedio de ese mercado se ubicaba en el 8%. Se calcula que para el año 2000 las ganancias llegarán a los 650.000 millones de dólares y que la participación del sector en el producto bruto mundial alcanzará el 2,4%. Hay una densa red de participación, cooperaciones y alianzas estratégicas en el mercado de telecomunicaciones, aunque es de prever que a mediano plazo sólo logren sobrevivir las grandes asociaciones como Concert, Global One, Unisource, Uniworld y World Partners. 

La otra cara de la moneda es que el 80% de la población mundial carece prácticamente de acceso a los medios de telecomunicaciones, y no está en condiciones de participar de la «sociedad informática», la cual –tal es el convencimiento de muchos expertos– va a cambiar radicalmente el mundo. Entre los países en desarrollo los «tigres» son los únicos en condiciones de beneficiarse de una porción de la torta de las comunicaciones, que crece de manera continua. De los 176 expositores presentes en la Feria Internacional Cebit de Hannover, 39 provenían de Taiwán (Frankfurter Rundschau, 20/3/96). El país que va claramente a la cabeza del acceso a los multimedia es Estados Unidos. Singapur, que ocupa el décimo segundo lugar, ha logrado equipararse a Austria y Bélgica, y dispone de más computadores por habitante que Alemania, que ocupa el noveno lugar. Por otra parte, África, donde vive el 12% de la población mundial, tiene apenas el 2% de las conexiones telefónicas. De acuerdo con las 4 estadísticas de la International Telecommunication Union (ITU) de Ginebra, los habitantes de África realizan en promedio una llamada telefónica de menos de un minuto por año. La ITU estima que sería necesaria una inversión anual de por lo menos 30.000 millones de dólares para que los países del Tercer Mundo puedan recuperar posiciones (Frankfurter Rundschau, 20/3/96). Sin embargo, no es muy realista creer que realmente vaya a producirse tal recuperación. Christian German afirma por el contrario que «los efectos globales de la introducción de los nuevos medios indican una profundización de la brecha entre las naciones ricas y el resto del mundo. La ventaja en tecnología e infraestructura de que disponen los países industrializados no podrá ser reducida por los ‘pobres de la información’. El caso de la India constituye más bien un ejemplo del doble daño social que puede provocar la acelerada incorporación a la era informática con la creación de una casta informática y la paralela racionalización de puestos de trabajo en los países industrializados. A ello se agrega el surgimiento de una ‘aristocracia de la era informática’, que opera a nivel mundial y que, desvinculada de las leyes nacionales, los principios democráticos y el sistema social, determina en la actualidad por sí sola la expansión de la sociedad informática global». (Frankfurter Allgemeine Zeitung, cit.) La cuestión de las condiciones de posibilidad de la democracia y la viabilidad de las políticas de los Estados nacionales en el mundo globalizado adquiere diferentes facetas: 1. El politólogo norteamericano Benjamin Barber sostiene que el mundo se enfrenta a dos tendencias: el fundamentalismo creciente (dschihad) y la globalización (Coca Cola o McWorld). Mientras que el primero satisface la necesidad de identificación de la gente en la medida en que en una guerra santa cada uno sabe de qué lado está y contra qué lucha, la globalización somete todo a la rigurosidad de las leyes económicas: «La dschihad impone una política nacional populista sangrienta, McWorld una sangrienta economía de lucro». Ambas tendencias son contrarias, pero unidas socavan las posibilidades de la democracia en el mundo. La guerra santa necesita creyentes y McWorld consumidores; ninguno de los dos promueve «ciudadanos». El autor se pregunta cómo puede esperarse entonces que la democracia funcione sin ciudadanos. Barber llama la atención sobre la paradójica confluencia de dos fuerzas antitéticas, el radicalismo del mercado global y el fundamentalismo, que, sin embargo, coinciden en su negación de la democracia y la cercan en un movimiento de pinzas. En este «mundo nuevo» ya no cuentan las virtudes cívicas ni las demandas políticas y resulta cada vez más difícil deslindar la responsabilidad colectiva de los gobiernos. 

En una sociedad de estas características los consumidores pueden elegir «entre 16 tipos de pasta dentífrica, 11 camionetas y 7 marcas de zapatos deportivos», pero no puede decidir el carácter y la dirección de la evolución social, configurándose así «una infraestructura por la cual ninguna comunidad se pronunciaría libremente». 5 Los pronósticos de Barber son en general pesimistas, pero a pesar de todo no pierde las esperanzas. En su opinión, el mundo habrá de pasar todavía por varias «guerras tribales» y finalmente «los mercados barrerán con todas las ideologías». Su análisis concluye preguntándose si acaso no lo harán también con la democracia. Barber presenta la crítica más radical al capitalismo que se conoce desde la caída del socialismo. Este autor es –cosa que puede irritar a muchos– un comunitarista de izquierda que se pronuncia por más justicia y que no sueña con una sociedad sin clases, sino con la activa sociedad civil que alababa Tocqueville hace más de 150 años. Algunas de sus consideraciones son cuestionables, sobre todo en lo que se refiere a la equiparación normativa entre el fundamentalismo y la globalización. Más allá de todas las críticas que puedan hacerse a su estado actual, tanto los mercados como las democracias son sistemas abiertos con posibilidades de evolución y capacidad de elaborar constructivamente los conflictos sociales, lo cual resulta más bien dudoso en el caso del fundamentalismo, donde la distensión observable en la actualidad en Irán es un signo positivo, mientras que el avance del terrorismo en Argelia apunta en la dirección contraria. Podría argumentarse también que la globalización trae efectos positivos como la redistribución mundial del trabajo y del ingreso, dejando también atrás una sociedad petrificada definida por la categoría del trabajo. Barber es demasiado inteligente como para pretender sin más la «superación del capitalismo». Pese a todas sus críticas al capitalismo realmente existente, considera que la economía de mercado es mejor que las otras alternativas, pero subraya que la libertad del mercado no produce de forma automática democracia y critica así los discursos políticos que equiparan los intereses económicos con los ideales democráticos y los valores cívicos con el afán de lucro. Se pronuncia en cambio por el fortalecimiento de una sociedad civil caracterizada por la multiplicidad de acciones, el compromiso público y no estatal, y la acción voluntaria pero no privada. 

2. Jean Marie Guéhenno –a quien se suma recientemente su compatriota Viviane Forrester– se ocupa de otra de las facetas de la interrelación entre la globalización y la democracia. En su libro niega que en el mundo de las interconexiones haya espacio para la política de los Estados nacionales. La revolución de las telecomunicaciones libera de la territorialidad física las vías de intercambio, de modo que el control de un territorio delimitado, que constituía la clave del concepto clásico del poder estatal, ha perdido importancia en favor del acceso a las redes de comunicación. «Ser poderoso significa tener contacto, estar incorporado a la red, de modo que hoy el poder es sinónimo de influencia y no de dominación.» La sociedad organizada en tanto Estado se disuelve en una multitud de individuos que buscan satisfacer sus intereses en una lucha de todos contra todos formando a lo sumo «comunidades de intereses a plazo fijo». El postulado cartesiano «pienso, luego existo» ha cedido paso a un «me comunico, luego existo». Ya no se trata de personas o de ciudadanos, sino de «partículas sociales», el zoon politikon ha sido reemplazado por el idiotes. No habiendo sociedad de 6 ciudadanos no puede existir tampoco el Estado democrático ni una política basada en la responsabilidad democrática frente a los ciudadanos. En la medida en que las funciones del Estado se diversifican, el proceso de decisión política se desarticula. La lógica de las instituciones y de la soberanía estatal cede paso a la de estructuras funcionales plurales de un mundo pluridimensional, un «tejido sin costuras identificables», con nudos comunicacionales conectados en forma cada vez más eficiente en una compleja red de interrelaciones. La negación del Estado territorial y de la política nacional que hace Guéhenno se apoya en una proyección a futuro de tendencias observables en la actualidad. Como toda proyección, carga con un margen de indeterminación. El propio autor reconoce que la lógica del Estado nacional convivirá todavía bastante tiempo con la lógica del mundo interconectado, e indica además que en el marco de la nueva lógica la «capacidad de adaptación» será «la carta decisiva». Esta afirmación da pie a la pregunta de por qué no pensar que el Estado territorial pueda desarrollar capacidad de adaptación. De hecho existen indicios de ello a todos los niveles y no sorprende que los países desarrollados sean los que más han avanzado en este aspecto, tratando de crear una infraestructura de información, estimulando la inversión y procurando aumentar su competitividad en los campos tecnológicos más promisorios por medio de medidas de política interna y exterior y de un fomento millonario de las áreas consideradas claves –todo eso en una coalición cada vez más estrecha con los impulsores de la globalización, es decir los consorcios multinacionales y sus directivos. En este punto hay que tener cuidado con ciertas argumentaciones interesadas. La apelación a la necesidad de mantener o mejorar la posición competitiva en medio del proceso de globalización suele ser utilizada por los políticos para ocultar sus propias vacilaciones, omisiones y responsabilidades. Los «constreñimientos del mercado mundial» sirven así para justificar la impotencia política a nivel nacional. 

Los científicos ya han llamado la atención sobre este fenómeno. Paul Krugman, un reconocido economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts, habla en este sentido de «las mentiras de la competitividad», indicando que las falacias de este «internacionalismo ‘moderno’», como él lo llama, pasan por alto que el cambio tecnológico será la variable central del desarrollo futuro de las economías nacionales (Krugman 1997). Más allá de que el término globalización es utilizado en diferentes sentidos e interpretado de diferentes maneras, pueden mencionarse ciertos elementos comunes a prácticamente todas las versiones: 

1. La globalización no es un fenómeno nuevo, sino la continuación e intensificación de las transacciones transversales que hasta ahora habían sido consideradas dentro de la categoría de internacionalización. La historia ha conocido varias olas de globalización (Pax Romana, Pax Británica, Pax Americana, v. Kennedy 1987). En la década de los 80, cuando estaba en boga la tesis de la permeabilidad de los límites de los Estados territoriales, Hedley Bull, un 7 representante de la escuela realista de las relaciones internacionales, recordaba que ninguna de las empresas trasnacionales tenía entonces una influencia que pudiera siquiera compararse a la que había gozado la Compañía de las Indias Orientales en el siglo XVII. En la lista de las 100 empresas líderes del mundo, publicada en la revista norteamericana Fortune Global 500, ni una sola se puede denominar global o sin patria en un sentido estricto (Ruigrok/Van Tuldwee, p. 155). Lo nuevo no es entonces tanto la intensidad como la calidad espacial y material de los procesos de internacionalización de manufacturas, servicios, capital, movimiento de personas, puestos de trabajo e informaciones, y la presión de adaptación que de ellos emana. Por otra parte, cabe recordar que pese a la globalización, la tríada formada por EEUU, Japón y Europa occidental sigue ocupando la primera posición en cuanto al comercio internacional, las inversiones privadas directas y el sistema monetario y financiero internacional, aunque en la actualidad se registra un gran crecimiento en la región del sudeste asiático. 

2. Existe acuerdo en que el núcleo de la globalización es tecnológico y económico. La globalización es en primer lugar la de las finanzas, el comercio, la producción, los servicios y la información. Varios factores han influido en este proceso: la liberalización de la política comercial, la desregulación de los mercados de manufacturas y finanzas, sobre todo en EEUU y Gran Bretaña, la integración de los mercados financieros como resultado de la revolución tecnológica en el área de comunicación e informática, la apertura de los mercados de Europa del Este, los avances en la infraestructura de transportes y comunicaciones, y finalmente los avances en el proceso de integración y regionalización. 

Como consecuencia de todo eso, la presión de la competitividad creció en una forma espectacular, no solo en el campo económico (es decir, inversiones, puestos de trabajo, investigación y desarrollo, sistemas sociales, factores de posicionamiento), sino también en el área política y jurídica. 3. Un tercer elemento común a todas las versiones de la globalización consiste en la convicción de que cualquier intento de desacoplarse o liberarse de este proceso está condenado al fracaso. A continuación quiero tratar con cierto detalle dos áreas de la globalización, quizás las más espectaculares: la globalización financiera y la de la producción. 3

Ivonne Monter

¿Que es la Balanza Comercial?

Fernanda Ortega

jueves, 16 de marzo de 2017

Zona de Libre Comercio


Término muy utilizado en el comercio internacional para referirse al área o zona geográfica compuesta por varios países o naciones que eliminan las barreras comerciales o arancelarios entre ellos, conservando dichas barreras antes terceras países que se encuentran fuera de dicha zona de libre comercio.  

En una zona de libre comercio las naciones que lo firman se comprometen a eliminar entre sí los aranceles en sus respectivas fronteras, es decir, no pueden cobrar más en materia de impuestos arancelarios a los productos importados de esos países que constituyen la Zona Libre de Comercio. 

Ejemplos de Zonas Libres de Comercio 

La Unión Europea 
Mercosur 
Tratado de Libre Comercio de América del Norte NAFTA


Acuerdo entre dos o más países para eliminar los aranceles y demás restricciones al comercio entre los países miembros de la unión, manteniendo un arancel exterior común frente a terceros países. Una unión aduanera se diferencia de una zona de libre comercio en que los países miembros de esta última eliminan las barreras arancelarias y permiten el libre comercio entre ellos, pero pueden mantener aranceles nacionales diferentes frente a terceros países. La existencia de una unión aduanera requiere una cierta coordinación de las políticas económicas por parte de los países miembros.

Unión de dos o más naciones que acuerdan eliminar las restricciones comerciales entre ellas y seguir una política arancelaria común frente a las demás naciones. Customs unión.

(En inglés: customs union )

Grado de integración económica en el cual un conjunto de países suprime los derechos de aduana existentes entre ellos (aranceles, contingentes, cuotas, etc.) y establece al mismo tiempo un arancel común para todos aquellos productos procedentes de terceros países. A diferencia de lo que ocurre en el mercado común, en la unión aduanera aún no existe libertad para la circulación de factores.

Mercado común


Principio del formulario

Se denomina mercado común a un grupo formado por los países dentro de un área geográfica que promueven el libre comercio entre ellos a través de la libre circulación de mercancías entre ellos no imponiendo aranceles a las importaciones/exportaciones entre ellos.
Ejemplos de mercado común son Mercosur (suamerica) y NAFTA (USA, Canadá y Mexico).

Es el primer nivel de unión comercial entre países, siguiéndole el Mercado único, la Unión económica y la Unión monetaria.

Historia de la Unión Económica y Monetaria


La Unión Económica y Monetaria (UEM) es el resultado de la progresiva integración económica de la UE. Surge de la expansión del mercado único, que contempla normativas comunes para los productos y libre circulación de mercancías, capital, trabajadores y servicios. El euro se introdujo como moneda común de la zona del euro, formada actualmente por diecinueve Estados miembros. Los veintiocho Estados miembros de la UE, a excepción del Reino Unido y Dinamarca, deben implantar el euro después de participar como mínimo durante dos años en el MTC II (Mecanismo de Tipos de Cambio) y siempre que cumplan los criterios de convergencia. El Banco Central Europeo fija la política monetaria única, que se complementa mediante políticas presupuestarias armonizadas y políticas económicas coordinadas. En la UEM la política económica no es responsabilidad de una única institución, sino que de ella se ocupan los Estados miembros y varias instituciones europeas.

Fundamentos jurídicos

  • Decisiones de las cumbres europeas de La Haya (1969), París (1972), Bruselas (1978), Hannover (1988), Madrid y Estrasburgo (1989) y Maastricht (1991-1992);
  • Artículos 119 a 144, 219 y 282 a 284 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE);
  • Protocolos anejos al TFUE sobre: la transición a la tercera fase de la unión económica y monetaria; los procedimientos de déficit excesivo y de desequilibrios macroeconómicos; los criterios de convergencia; las cláusulas de excepción para el Reino Unido y Dinamarca; y el Sistema Europeo de Bancos Centrales y el Banco Central Europeo, así como el Eurogrupo.

Objetivos

La UEM es el resultado de la integración económica progresiva y, por tanto, no es un fin en sí misma. La gestión de la UEM se ha concebido con el fin de apoyar el crecimiento económico sostenible y un elevado nivel de empleo mediante la asunción de políticas económicas y monetarias adecuadas. Para ello las actividades económicas se vertebran en tres ejes principales: la aplicación de la política monetaria con el objetivo de la estabilidad de precios; la coordinación de las políticas económicas en los Estados miembros; y el buen funcionamiento del mercado único.

Resultados

El euro ya forma parte de la vida cotidiana de diecinueve Estados miembros de la Unión Europea. Con el tiempo, otros Estados miembros irán adoptándolo también. La moneda única presenta ventajas innegables: reduce los costes de las operaciones financieras, facilita los viajes, refuerza el papel de Europa a nivel internacional, etc.

La historia de la UEM

En la cumbre de La Haya de 1969, los jefes de Estado definieron un nuevo objetivo de la integración europea: la Unión Económica y Monetaria (UEM). Un grupo liderado por el entonces primer ministro de Luxemburgo, Pierre Werner, elaboró un informe que preveía la consecución de la unión económica y monetaria plena en un plazo de diez años según un plan basado en varias etapas. El fin último era conseguir la plena liberalización de los movimientos de capital, la convertibilidad total de las monedas de los Estados miembros y la fijación irrevocable de los tipos de cambio. El colapso del sistema de Bretton Woods y la decisión del Gobierno estadounidense de dejar flotar el dólar a mediados de 1971 generaron una ola de inestabilidad para las monedas extranjeras que puso muy en cuestión las paridades entre las monedas europeas. El proyecto de UEM se vio frenado abruptamente.
En 1972, con la cumbre de París, la Comunidad intentó dar un nuevo impulso a la integración monetaria con la creación de la «serpiente en el túnel»: se trataba de un mecanismo que permitía la flotación controlada de las monedas nacionales (la «serpiente») dentro de unos márgenes estrechos de fluctuación frente al dólar (el «túnel»). Con la crisis del petróleo, la debilidad del dólar y las diferencias de las políticas económicas, este sistema descarriló, y la «serpiente» perdió a la mayor parte de sus miembros en menos de dos años, quedando finalmente reducida a una «zona de influencia del marco alemán» que estaba formada por Alemania, los países del Benelux y Dinamarca.
En 1978 se renovó el impulso para crear una zona de estabilidad monetaria con la cumbre de Bruselas y la creación del Sistema Monetario Europeo (SME), que se basaba en el concepto de tipos de cambio fijos pero ajustables. Las monedas de todos los Estados miembros, excepto el Reino Unido, participaron en el mecanismo de tipos de cambio conocido como MTC I. Los tipos de cambio se basaban en tipos centrales frente a la Unidad Monetaria Europea, o ECU (European Currency Unit), que al principio recibió la denominación de Unidad Europea de Cuenta, y que consistía en una media ponderada de las monedas participantes. Se elaboró un cuadro de tipos bilaterales sobre la base de los tipos centrales expresados en ecus, y se impuso la obligación de contener las fluctuaciones monetarias de modo que no superasen un margen del 2,25 % por encima o por debajo de los tipos bilaterales (a excepción de la lira italiana, que tenía un margen del 6 %). En un período de diez años, el SME hizo mucho por reducir la variabilidad del tipo de cambio: la flexibilidad del sistema, junto con la voluntad política para hacer posible la convergencia económica, logró una estabilidad monetaria sostenible.
Con la adopción en 1985 del Programa sobre el Mercado Único, cada vez quedaba más claro que el potencial del mercado único no podría aprovecharse al máximo mientras se mantuviesen los costes relativamente elevados vinculados a la conversión monetaria y a las incertidumbres generadas por las fluctuaciones del tipo de cambio, por muy pequeñas que fuesen. Además, muchos economistas advertían de lo que llamaban el «triángulo imposible», ya que consideraban que la libre circulación de capitales, la estabilidad del tipo de cambio y las políticas monetarias independientes eran incompatibles a largo plazo.
En 1988, el Consejo Europeo de Hannover creó un comité para estudiar la UEM, dirigido por Jacques Delors, que entonces ocupaba la presidencia de la Comisión Europea. El informe que presentó en 1989 («informe Delors») proponía medidas firmes para la introducción de la UEM en tres etapas. En particular, subrayaba la necesidad de mejorar la coordinación de las políticas económicas, crear normas que regulasen los déficits presupuestarios nacionales e instaurar una institución completamente independiente que se encargase de la política monetaria de la Unión: el Banco Central Europeo (BCE). Partiendo del informe Delors, en 1989 el Consejo Europeo de Madrid decidió poner en marcha la primera etapa de la UEM, es decir, la plena liberalización de los movimientos de capitales para el 1 de julio de 1990.
En diciembre de 1989, el Consejo Europeo de Estrasburgo convocó una conferencia intergubernamental que dictaminase qué cambios había que hacer al Tratado para lograr la UEM. Su labor dio lugar al Tratado de la Unión Europea, adoptado formalmente por los jefes de Estado o de Gobierno en el Consejo Europeo de Maastricht de diciembre de 1991, y firmado el 7 de febrero de 1992.
El Tratado contempla la introducción de la UEM en tres etapas:
  • Etapa 1: (del 1 de julio de 1990 al 31 de diciembre de 1993) libre circulación de capitales entre Estados miembros;
  • Etapa 2: (del 1 de enero de 1994 al 31 de diciembre de 1998) convergencia de las políticas económicas de los Estados miembros y refuerzo de la cooperación entre los bancos centrales nacionales. La coordinación de las políticas monetarias quedó institucionalizada con la creación del Instituto Monetario Europeo (IME), cuya función era estrechar la cooperación entre los bancos centrales nacionales y realizar los preparativos necesarios para la introducción de la moneda única. En esta fase los bancos centrales nacionales debían hacerse independientes;
  • Etapa 3: (en marcha desde el 1 de enero de 1999) la introducción gradual del euro como moneda única de los Estados miembros y la aplicación de una política monetaria común bajo los auspicios del BCE. La transición a la tercera fase estuvo supeditada a la consecución de un grado elevado de convergencia sostenible atendiendo a una serie de criterios recogidos en los Tratados. Las normas presupuestarias pasaron a ser vinculantes, y los Estados miembros que no las cumpliesen podían enfrentarse a sanciones. Se introdujo una política monetaria única, que se encomendó al Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC), formado por los bancos centrales nacionales y el BCE.
Se han completado las dos primeras fases de la UEM, y la tercera está en curso. En principio todos los Estados miembros deben cumplir esta tercera etapa y, por consiguiente, adoptar el euro (artículo 119 del Tratado de Funcionamiento de la UE). No obstante, algunos Estados miembros todavía no han cumplido los criterios de convergencia, con lo que disfrutan de una excepción temporal hasta que puedan unirse a la tercera fase de la UEM. Además, el Reino Unido y Dinamarca notificaron su intención de no participar en la tercera fase de la UEM y, por tanto, de no adoptar el euro. Por esta razón, ambos se han acogido a una exención en relación con la participación en la UEM, cuyos detalles se regulan en los Protocolos relacionados con los países y anejos a los Tratados fundacionales de la UE. Sin embargo, el Reino Unido y Dinamarca se reservan la opción de poner fin a su exención y presentar solicitudes para adherirse a la tercera fase de la UEM. En la actualidad, diecinueve de los veintiocho Estados miembros se han adherido a la tercera fase de la UEM y tienen, por tanto, el euro como moneda única.

Papel del Parlamento Europeo

Desde el Tratado de Lisboa, el Parlamento Europeo participa en pie de igualdad como colegislador en el procedimiento legislativo ordinario, estableciendo normas detalladas relativas a la supervisión multilateral (artículo 121, apartado 6, del TFUE). Esto incluye, entre otras cosas, la vertiente preventiva del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, así como una supervisión macroeconómica más diligente para prevenir desequilibrios perjudiciales derivados de la crisis financiera. El «paquete de seis medidas» reforzó el papel del PE en la gobernanza económica de la UE, en particular mediante la introducción del «semestre europeo» y la instauración de un «diálogo económico». Además, se consulta al Parlamento Europeo sobre las siguientes cuestiones:
  • los acuerdos sobre los tipos de cambio entre el euro y las monedas de países no pertenecientes a la UE;
  • desde 1999, la elección de los países que cumplen los requisitos para adoptar la moneda única;
  • el nombramiento del presidente, el vicepresidente y los demás miembros del Comité Ejecutivo del BCE;
  • la legislación para poner en práctica el procedimiento en caso de déficit excesivo previsto por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.

La Unión Económica y Monetaria (UEM)

En junio de 1988 el Consejo Europeo confirmó el objetivo de lograr progresivamente una unión económica y monetaria (UEM). Constituyó un comité, presidido por el entonces presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, que estudiase y propusiera fases concretas para avanzar hacia dicha unión.
El comité estaba formado por los gobernadores de los bancos centrales nacionales de los países de la entonces Comunidad Europea (CE); Alexandre Lamfalussy, entonces director general del Banco de Pagos Internacionales (BPI); Niels Thygesen, catedrático de Economía danés, y Miguel Boyer, presidente del Banco Exterior de España.
El fruto de la labor del comité, el Informe Delors, proponía que la unión económica y monetaria se alcanzase en tres fases que marcasen una evolución mesurada aunque progresiva.

Fernanda Ortega





sábado, 11 de marzo de 2017

Unión Económica



La unión económica es el tratado comercial a nivel internacional de mayor rango, debido a que supone una total armonización entre las políticas económicas de los países participantes con el objetivo de alcanzar una situación de convergencia y unificación.

En términos de integración de tipo económico, una unión económica equivaldría a la forma o modalidad más avanzada, ya que se traduce en la creación de mercados comunes entre dos o más países y eliminando gran número de barreras. Este proceso de armonización económica facilita a las empresas o familias de los países integrantes la libre circulación en cuanto a factores de producción como el capital o el trabajo y, por lo tanto, estimulando la importación y exportación.
Dentro de las múltiples herramientas con las que se cuenta a la hora de establecer una firme unión económica hablaríamos de la unificación o integración de políticas fiscales y monetarias. Los países integrantes ceden parte de sus competencias en estas materias a cambio de poder entrar en esta asociación y se comprometen a cumpler las directrices de la unión en campos como el económico o el político.

Además de la convergencia creada entre las naciones que afrontan una unión, cabe señalar otra importante característica de este tipo de agrupaciones, y es que no solamente se eliminan barreras comerciales entre dichos países sino que al mismo tiempo se establecen barreras (como aranceles, por ejemplo) frente a terceros países con el fin de estimular el comercio interno dentro de la zona.

Ejemplo de Unión económica

Un claro ejemplo de este tipo de convergencias plurinacionales es la Unión Europea y su desarrollo en las últimas décadas hasta alcanzar su actual estado. De hecho, esta unión ha llegado a tal nivel de armonización que incluso dió lugar a la creación del Euro como moneda única para la zona, la creación del Banco Central Europeo como organización financiera y económica supervisora y la existencia de tipos de cambio fijos entre los países.
En ese sentido también podríamos poner como ejemplo el caso de Estados Unidos, que también cuenta con dichas características con el Dólar y la Reserva Federal.

Natali Cardenas


viernes, 10 de marzo de 2017

Globalización e integración económica



Lo que hoy se conoce como globalización es un proceso cuyos orígenes deben rastrearse en las manifestaciones económicas, políticas y sociales del último cuarto del siglo XX: preocupación de incluir al Tercer Mundo dentro del contexto internacional, fin de la Guerra Fría, proliferación de armas nucleares, aumento de movimientos e instituciones a nivel mundial, aparición de graves problemas de orden multicultural y poliétnico, y búsqueda de satisfacción a los derechos civiles, entre otros.
La globalización es definida por sus promotores como una tendencia a la igualación “hacia arriba” en el comportamiento de las distintas economías nacionales, y con ese simple razonamiento se propone un camino, en el cual cualquier economía abierta, y con sus mercados libres de toda presencia estatal, tiene como destino natural un funcionamiento semejante al del capitalismo desarrollado, a través de espectaculares saltos hacia el primer mundo.
El proyecto globalizador se fue consolidando durante los años que van de 1960 a 1990. La globalización pretende equilibrar las relaciones entre producción mundial, comercio, inversión extranjera y producto interno bruto (PIB), mediante la participación del mayor número posible de la población mundial. Sin embargo, en la práctica esto no se lleva a efecto porque un número reducido de personas tiene en sus manos el control casi absoluto, y evita la participación de las grandes masas en la supuestamente benéfica globalización.
Como una necesidad de adecuarse a la nueva política internacional, fue indispensable la búsqueda de nuevas modalidades comerciales. Durante las negociaciones de la denominada Ronda de Uruguay, que finalizaron el 14 de abril de 1994 en la ciudad de Marrakesh, luego de ocho años de trabajo, se decidió que el GATT fuera sustituido por la Organización Mundial de Comercio (OMC), la cual empezó a funcionar a partir del 1 de enero de 1995.
Entre las propuestas de mayor significación, se buscaba ofrecer condiciones favorables a las naciones poco desarrolladas, y que todos los países tuvieran normas similares y regulaciones equitativas a través de decisiones multilaterales. El primer paso de dicha instancia sería convocar a negociaciones relacionadas con el comercio, los problemas laborales y la protección del medio ambiente, además de la promoción del desarrollo sustentable.

Ivonne Monter 

Hacia la Unión Aduanera del TLCAN



A 11 años de haber iniciado el proceso de integración con los países vecinos del Norte bajo el North America Free Trade Agreement, (NAFTA) o Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) nos encontramos en la disyuntiva de definir cuál es el siguiente paso a dar en la relación económica con Estados Unidos y Canadá. Un camino natural a seguir sería ampliar el horizonte del acuerdo a un grado mayor de integración que correspondería a una Unión Aduanera, pero ello tiene muchas implicaciones. A continuación se plantean y argumentan las más importantes.

Plataforma de integración
Existe una corriente favorable al regionalismo económico como plataforma para pasar —siguiendo la secuencia europea— a niveles más elevados de integración política, social y cultural y, con esto, limar las aristas del neoliberalismo.
Sin embargo, algunos sectores rechazan todavía en nuestros días el regionalismo meramente económico en la medida en que no garantiza este pasaje al no dejar de ser una construcción basada principalmente en aspectos mercantiles y financieros.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), describe al regionalismo como un proceso derivado de la creciente interdependencia de los países de la región e impulsado tanto por acuerdos intergubernamentales específicos como por las fuerzas de los mercados.
En esencia, la apertura comercial obliga a los países a reeducar su estructura productiva en función de las corrientes comerciales. Esto les permite aprovechar las ventajas estáticas de la reasignación de recursos a usos más eficientes y proporcionar los medios para incrementar la productividad de los factores por el acceso a tecnologías avanzadas e insumos de mejor calidad y menor costo. La apertura regional ofrece la ventaja de dar acceso preferencial a mercados dinámicos. Las empresas de los países miembros pueden verse beneficiadas por economías de escala y por la adquisición de experiencia en el campo de las exportaciones en condiciones competitivas menos duras de las que podrían haberse dado en ausencia de este fenómeno.
NAFTA ha sido un proceso de integración para crear una zona de libre comercio, un área formada por dos o más países que de manera inmediata o paulatina suprimen las trabas aduaneras y comerciales entre sí, manteniendo cada una frente a terceros su propio arancel de aduanas y su particular régimen de comercio.
El artículo XXIV, apartado 8b del GATT expresa que “se entenderá por zona de libre comercio a un grupo de dos o más territorios aduaneros entre los cuales se eliminen los derechos de aduana y las demás reglamentaciones comerciales restrictivas con respecto a lo esencial de los intercambios comerciales de los productos originarios de los territorios constitutivos de dicha zona de libre comercio”.
En ese sentido, la zona de libre comercio permite excepciones cuantitativas (al limitar la liberación a lo esencial del intercambio, entendiéndose que no debe ser inferior al 80 por ciento del intercambio real) y cualitativas (al restringir esa liberación a los productos originarios).
Una limitación cuantitativa surge del hecho de que cada estado mantiene su política comercial frente a terceros países, de modo que las mercancías originarias de sus territorios podrían motivar desviaciones comerciales al ingresar a la zona por el estado gravado más bajo para su reenvío a los demás. Para el control respectivo, las partes deben definir qué consideran producto originario y luego concertar un mecanismo de certificados de origen para su presentación en aduanas. El principal problema radica en la admisibilidad de insumos provenientes de terceros mercados, en los productos considerados como originarios de la zona. En general, se admite como máximo hasta el 50 por ciento de insumos extrazonales.
La cláusula de la nación más favorecida rige dentro de la zona, de modo que cualquier ventaja, privilegio o favor vale para todos. Las excepciones deben ser consentidas.
¿Qué es la unión aduanera?
Por otro lado, una unión aduanera es un salto cualitativo en el proceso de integración económica que consiste en crear entre los miembros un territorio aduanero común, ello significa la libre movilidad de todos los bienes independientemente de su origen, dando como resultado la eliminación de las aduanas entre los estados participantes.
El GATT define a la unión aduanera como la sustitución de dos o más territorios aduaneros por uno solo, de manera que los derechos de aduana y demás reglamentaciones comerciales restrictivas sean eliminados con respecto a lo esencial de los intercambios comerciales de los productos originarios de dichos territorios, además de que cada uno de los miembros de la unión aplique al comercio con los territorios que no están comprendidos en ella iguales derechos de aduana y reglamentaciones. En forma más puntual, la unión aduanera se plantea bajo el concepto de constituir un espacio aduanal entre los países con las siguientes características:
1. Libre movilidad de bienes sin excepciones, independientemente del origen de los mismos, una vez internados en cualquier país miembro.
2. Libre comercio de servicios, especialmente aquellos asociados al comercio de bienes.
3. Igual arancel externo.
4. Administración aduanera común.
5. Mecanismo de recaudación, administración y distribución de los ingresos tributarios.
6. Política comercial externa común.
7. Normativa comercial uniforme. Las uniones aduaneras requieren de cierta integración en las políticas fiscales y monetarias de los países miembros, por lo que obligan a establecer algunos compromisos políticos básicos. Las uniones aduaneras, en la práctica, no se producen sino progresivamente: los miembros de la misma van incorporando bienes y servicios a ciertas listas que se comprometen a ampliar a intervalos regulares, hasta que se consuma la unión. El ejemplo más conocido de esta figura comercial la constituye la Comunidad Económica Europea (CEE) o Mercado Común, dentro del cual existe otro convenio aduanero, el BENELUX, formado por Bélgica, los Países Bajos (Holanda) y Luxemburgo.
Una unión aduanera crea y desvía comercio a la vez. Su principal ventaja es que favorece la especialización dentro de su territorio, pues al eliminar las restricciones al intercambio genera oportunidades para una más eficiente asignación de recursos. En este sentido todos los países miembros resultan favorecidos. Pero, por otra parte, cambia la demanda de las importaciones de países extranjeros por productos de mayor costo de las naciones miembros, que pueden superar a los competidores de los países fuera de la unión por el arancel común establecido entre las partes.
La creación de comercio será mayor cuanto más diferentes sean las economías de los países que la integran y, por lo tanto, menor la competencia entre ellos. Las ventajas de una unión aduanera se incrementan cuanto mayor es el número de las naciones que la conforman; las desventajas están en directa relación con el nivel de protección que la unión establezca hacia afuera.
Si establecemos libertad de comercio sin barreras arancelarias ni cuantitativas dentro de la unión, inmediatamente aparecen problemas derivados de la existencia de diferentes sistemas monetarios, fiscales, de transporte, etcétera. Esto quiere decir que, cuando la unión aduanera se consolida efectivamente, desemboca en la unión económica.
La unión aduanera y la unión económica son, por lo tanto el preámbulo para la consolidación de un mercado común entre dos o más economías nacionales. La puesta en marcha de una unión aduanera, desde un punto de vista jurídico, exige la configuración de una legislación uniforme en esta materia.
Consecuentemente, la instauración de un arancel común es una condición para su efectividad, estando llamado a aplicarse exclusivamente a los productos procedentes de países terceros.
La aplicación de tarifas uniformes a productos de naciones que no forman parte de la unión aduanera requiere la resolución y clarificación, con carácter previo, de las reglas relativas al valor en aduana de esos productos.
La esencia del arancel común y de su efectividad pasa por el compromiso común de los estados miembros de no fijar unilateralmente tasas aduaneras o intervenir en esta materia que, a partir de ese momento, exige su tratamiento en el espacio institucional supranacional habilitado entre los países firmantes. Del mismo modo, los estados miembros habrán de abstenerse de utilizar instrumentos fiscales similares a derechos aduaneros que, recayendo sobre las mercancías y productos llegados de un país tercero, pudieran distorsionar el arancel común, así como la eficacia y coherencia de la unión aduanera.
Con datos aproximados al cierre de 2004, podemos afirmar que cerca del 90 por ciento de nuestras exportaciones se dirigen a nuestros vecinos del norte y que solo el 65 por ciento de las importaciones proviene de ellos, lo que resulta en una balanza comercial favorable a México. Sin embargo, existe aún una enorme diferencia entre los aranceles que en forma individual nuestro país aplica a terceros países (aquellos con los que no tenemos ningún tipo de acuerdo).
En la práctica, poner en marcha un proceso adicional de integración con nuestros vecinos, implicaría en principio la voluntad de las partes para dar un paso adicional, además, sería forzosamente necesario bajar nuestros aranceles de entrada a los mismos niveles de Canadá y Estados Unidos, ya que definitivamente sería muy difícil que ellos subieran sus aranceles haciendo prevalecer el nivel arancelario mexicano para las tres economías.
El dar un paso más en el proceso de apertura comercial y neoliberalismo que vivimos debe ser analizado meticulosamente y medir el impacto a nivel sectorial, ya que tenemos sectores industriales como el electrónico que por medio de tratamientos particulares como lo son el decreto de ITA Plus, o bien, el Programa de promoción sectorial vigente, promueven un paso más hacia la integración. Sin embargo otros sectores como el textil o el del calzado seguramente no verían con buenos ojos esta idea, ya que los aranceles del 35 por ciento que aplican ofrecen un buen nivel de protección para muchos de sus productos.
Perfeccionar los mercados
Finalmente, la evolución de NAFTA nos obliga forzosamente a pensar en el perfeccionamiento de un mercado regional integrado y la manutención de una protección moderada con respecto a terceros; la creación y fomento de mayores flujos de comercio e inversión intrarregionales; mayor liberalización de los servicios; normas comunes sobre salvaguardas, derechos compensatorios y mecanismos de solución de controversias de acuerdo con las disposiciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC); así como la facilitación del intercambio a través de obras de infraestructura y la adopción de normas técnicas comunes. Hay que subrayar la imperiosa necesidad de una voluntad política de las partes y la convicción de que los beneficios que pueden suponer los espacios de integración llevarán a nuestro país a un mayor nivel de bienestar.
La Unión Europea, en este sentido, es ejemplo claro de los beneficios potenciales de un proceso de integración orientado primero a lo económico con la liberalización de los flujos de comercio y de capital, que luego se extendieron progresivamente a un proceso de integración política con la liberalización de los flujos de población, una exitosa unión monetaria y ahora la generación de una constitución política que los lleva a consolidarse como una nueva federación que ha logrado superar las asimetrías originalmente existentes entre las partes independientes.
¿Cuáles son los siguientes pasos que nuestro gobierno debe dar para hacer que la liberación económica a la que hemos sometido al país y a su población nos permita competir cabalmente en los mercados internacionales y sea más beneficiosa para la población? Cuáles deben ser los ajustes a la política comercial externa que incrementen nuestra competitividad? ¿Cuál es el siguiente paso bajo el marco de NAFTA?
¿Qué estrategia se debe seguir para que las empresas mexicanas participen cada vez más del mercado internacional y se conviertan en transnacionales?
Natali Cardenas

Unión Aduanera entre Honduras y Guatemala se fortalece con apertura de la aduana de Corinto



TEGUCIGALPA. La unión aduanera entre Honduras y Guatemala entro en vigencia desde al no anterior, pero esta hoy se fortalece con la apertura de la aduana en el punto fronterizo de Corinto.
Con este proceso se logrará que más de 50 productos de ambos países sean comercializados libres del pago de impuestos. El punto fronterizo de Corinto, en el departamento de Cortés, es colindante con Guatemala.
Lo anterior permitirá entonces una integración más amplia, según explicó el auditor aduanero, Jorge Ardón Matute. La Unión Aduanera entre Honduras y Guatemala tiene el propósito de facilitar el comercio regional.

Sin embargo, uno de los requisitos para que los productos ingresen libres de impuestos, deben ser originarios de cada país.
“Se ha trabajado mucho en la unificación de las aduanas y facilitación del comercio regional, por lo tanto en estas reuniones veremos qué avances hay en materia de integración”. Dijo el presidente de la Federación Nacional de Agentes Aduaneros de Honduras (Fenaduanah), Fernando García.


La unión aduanera permitira la exoneración de productos hondureños y Guatemaltecos




Detalló que todo producto que sea hecho en la región, goza de exoneración de la Declaración Aduanera de Importación (DAI).
Destacando que los productos fabricados en Honduras o en Guatemala que son las partes contratantes del tratado, únicamente se paga el Impuesto Sobre Ventas (ISV). Pero esto ocurrirá siempre y cuando se trate de mercancías originarias de la zona.
Para la facilitación del comercio, se instalarán equipos de escaneo en las aduanas terrestres. También ya se cuenta con equipo tecnológico que servirá para reducir el tiempo en la inspección de las mercancías o bienes. Ardón Matute explicó que se trata de modernos equipos de rayos X y rayos Gama.
Se espera que el proceso de desaduanaje entre ambos países sea más agil gracias al equipo de alta tecnología.

Ivonne Monter 

miércoles, 8 de marzo de 2017

Vuelos entre Honduras y Guatemala pasan a ser locales con Unión Aduanera




Los vuelos entre Honduras y Guatemala a partir de la fecha pasan a ser locales como parte de la Unión Aduanera que impulsan ambos países, informó hoy la Secretaría de Desarrollo Económico (SDE) en Tegucigalpa.
"Los nacionales de Honduras y Guatemala tendrán preferencia en su trámite migratorio al ingresar al territorio aduanero único", indicó la SDE en un comunicado.
Además, se amplía el mercado aéreo con la oportunidad de abrir nuevas rutas, reducción de costes en las operaciones para aeronaves con matrículas hondureñas y guatemaltecas, subraya la información oficial.
En el caso de Honduras, el acuerdo entre los dos países incluye los aeropuertos internacionales de Toncontín, en Tegucigalpa; Ramón Villeda Morales, de San Pedro Sula; Golosón, en La Ceiba, y Juan Manuel Gálvez, en la isla de Roatán, en el centro, norte y Caribe.
En Guatemala, el trato preferencial se aplicará en los aeropuertos internacionales de La Aurora, Mundo Maya, Los Altos y Retalhuleu.
Según la SDE, además se deja abierta la posibilidad para que en el futuro otros aeródromos considerados actualmente nacionales puedan incluirse dentro de los destinos que se ofrecen a los viajeros de los dos países centroamericanos.
El acuerdo simplificará los trámites técnicos y administrativos de las operaciones aéreas referentes a permisos de explotación, certificados operativos y licencias aeronáuticas.
También establece la apertura de mercados para las líneas aéreas de las dos naciones, la modernización de los procedimientos operativos para las operaciones aéreas relativas al planes de vuelo, comunicaciones aeronáuticas y permisos de aterrizajes conforme a las normas de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).
Además habrá libre circulación para la aviación privada eliminando los procedimientos administrativos, se unificará la información del registro aeronáutico entre Guatemala y Honduras y se promocionará y facilitará el desarrollo turístico, cultural, económico y comercial.
La SDE indicó además que se facilitará el acceso al mercado del transporte aéreo entre los dos países, se abrirán nuevas oportunidades de explotación aérea a operadores hondureños y se ofrecerá y facilitará al usuario el acceso a nuevos destinos.
A los usuarios del transporte aéreo también se les ofrecerá mejores condiciones para la adquisición de boletos según sea la oferta y la demanda.
En lo que a las autoridades migratorias de los dos países respecta, habilitaran en los aeropuertos designados cabinas especiales para el registro migratorio de las salidas y entradas de sus ciudadanos para los vuelos domésticos.
Otros beneficios entre los dos países tienen que ver con las ofertas de rutas no exploradas, principalmente de empresas pequeñas, generación de nuevos empleos, incremento de servicios en los aeropuertos, entre ellos los de rampa en tierra y suministro de combustibles, entre otros, indicó la SDE.
Ivonne Monter

Ventaja Absoluta y Ventaja Comparativa




El comercio internacional se ha desarrollado desde las críticas al mercantilismo. Sus grandes precursores fueron Adam Smith y David Ricardo, los cuales en el escenario que se desarrollaban lograron formular las teorías de la ventaja absoluta y comparativa, respectivamente, consiguiendo dar una explicación de cómo debería funcionar el comercio entre países.

     Primero se debe responder ¿qué es el mercantilismo? es considerada una doctrina económica basada en la acumulación de metales preciosos, principalmente el oro, para aumentar la riqueza y mejorar la balanza comercial de los países. Las naciones no comprendían el beneficio del comercio con otros países; lo veían como “un juego de suma cero, en el que si uno gana es porque el otro está perdiendo”1 así que optaron por promover la agricultura, la industria interna y aplicar medidas proteccionistas, para evitar una fuga del oro.

     Adam Smith vendrá con sus críticas hacia el mercantilismo diciendo que: la especialización de los países en la producción de un producto y las relaciones de comercio entre ellos puede llevar a “una mayor producción total, ya que existe una distribución natural de productos entre países, lo cual se refleja en ventajas para todos ellos, mientras que el proteccionismo impacta en la participación de todos y realiza una ineficiente asignación del capital”2. Por lo tanto Smith fue un partidario del libre comercio y así logró desarrollar la teoría de la ventaja absoluta: un país tendrá que especializarse en la producción del bien que utilice menos trabajo(o tenga ventaja en costos absolutos), en comparación a su socio comercial. Y así los países importarán el producto en el cual no tengan ventaja y exportará el producto en el que si la tenga.

     Pero como es normal en la economía, siempre vendrá alguien a mejorar o refutar las teorías que creas, para el caso de Adam Smith, fue David Ricardo, quien analizó desde la perspectiva de los costos relativos, que según él “determinan el valor en los intercambios internacionales y a partir de ellos se pueden definir los patrones de especialización, tomando en cuenta dos elementos: los costos laborales y de las relaciones de intercambio entre países”3. A partir de esos conceptos Ricardo señala en su teoría de la ventaja comparativa que; dice: “la nación menos eficiente debe especializarse y exportar el producto en el que es relativamente menos ineficiente (donde su ventaja absoluta sea menor) y la nación más eficiente debe especializarse y exportar el producto en el que es relativamente más eficiente”4. En pocas palabras el país debe realizar y exportar el bien en donde invierta relativamente menos trabajo.

Natali Cardenas

La integración económica de Europa y América Latina en perspectiva comparada




El modelo europeo de integración económica se ha convertido en una referencia inevitable para cualquier proyecto de integración. El compromiso político fuerte y sostenido, la construcción de un sistema jurídico e institucional supranacional y las políticas y acciones comunes tendientes a consolidar la integración económica constituyen tres componentes esenciales de ese modelo, que han configurado un «triángulo virtuoso» con capacidad de incidir positivamente sobre el desarrollo económico. En América Latina, los diversos procesos de integración enfrentan –más allá de algunos avances– serias limitaciones. Sin caer en comparaciones fáciles, la experiencia europea permite extraer algunas conclusiones útiles para la región.
El «triángulo virtuoso» de la Unión Europea
Aunque se han producido avances significativos en la dimensión política del proceso de integración europeo, la dimensión económica ha sido la dominante. Tradicionalmente, las propuestas de integración política –como el reciente proyecto de Constitución Europea– han generado más resistencia que las iniciativas económicas. En este contexto, la integración económica ha sido usada exitosamente como un medio directo para conseguir objetivos económicos –en particular, el desarrollo de los Estados miembros–, pero también como un medio para lograr, de manera indirecta, objetivos no económicos de gran relevancia, tales como la pacificación tras la Segunda Guerra Mundial y la superación de los nacionalismos destructivos.
No obstante, el éxito del modelo europeo de integración no solo se fundamenta en los componentes económicos, como la aplicación de políticas y acciones comunes favorecedoras de la integración, sino que también se basa en la adopción de otros componentes, como el compromiso político y el sistema jurídico e institucional. Estos tres componentes han ido conformando el triángulo virtuoso de la integración europea. A continuación se examinan con más detalle.
Compromiso político. La exitosa evolución del proceso de integración europeo sugiere que el compromiso político es una precondición básica que debe cumplirse para que un acuerdo regional produzca los efectos positivos identificados por la teoría de la integración económica. La integración regional requiere un fuerte compromiso político por parte de los gobiernos participantes para avanzar hacia objetivos comunes. Este compromiso político no debe limitarse a las etapas iniciales del proceso, sino que debe ser sostenido a lo largo del tiempo. Merece la pena señalar que, a más de medio siglo de su inicio, la característica más destacable de la integración europea es su irreversibilidad, resultado de ese fuerte y sostenido compromiso político.
Sistema jurídico e institucional supranacional. Aunque la UE es principalmente un proceso de integración económica, también está basado en el derecho. La mayor parte de la actividad de la UE –y particularmente la económica– está cubierta por el derecho comunitario, esto es, está sujeta a un sistema jurídico supranacional. El derecho comunitario se caracteriza por dos rasgos fundamentales: su primacía y su directa aplicabilidad. La primacía sobre los ordenamientos jurídicos nacionales asegura que el derecho comunitario no pueda ser alterado por ningún Estado miembro, mientras que la aplicabilidad directa sobre los países garantiza su carácter vinculante.
Las dos características mencionadas explican que el derecho comunitario se haya convertido en un instrumento de integración de significativa importancia, ya que ha dado lugar a una aproximación gradual de las legislaciones nacionales, al tiempo que ha contribuido a crear un ordenamiento jurídico común de la UE. Esta integración por medio del derecho ha sido posible porque –y esto es particularmente pertinente para la posterior comparación con el caso latinoamericano– los Estados miembros han actuado de acuerdo con el derecho comunitario: es decir, han cumplido los compromisos suscritos en los tratados (derecho originario) e introducido las normas vinculantes que han desarrollado dichos tratados (derecho derivado).
Pero no solo el ordenamiento jurídico común ha impulsado los esfuerzos integracionistas, sino también el establecimiento de instituciones comunes dotadas de un poder de decisión supranacional, un conjunto claro de competencias y una cierta cantidad de recursos financieros propios. Estas instituciones han contribuido a que el proceso de integración persiguiera intereses comunes claramente identificados y no se dispersara en los diferentes intereses nacionales de los Estados miembros.
Las instituciones comunes han adquirido una naturaleza supranacional gracias a la transferencia parcial de soberanía nacional desde los Estados miembros hacia ellas. Tanto poderes de toma de decisión como de gestión han sido cedidos a estas instituciones comunes, de tal modo que una gran parte de sus acciones tienen carácter vinculante para los países que integran la UE. En otras palabras, el funcionamiento de las instituciones comunes es un ejercicio de soberanía compartida. Esto ha hecho que estas instituciones hayan desempeñado un papel esencial en el fortalecimiento del proceso de integración económica.
Etapas de la integración económica

• Zona de libre comercio. La forman dos o más economías que acuerdan eliminar o reducir, progresivamente, sus aranceles y otras restricciones no arancelarias, con el fin de que los productos originarios de los miembros circulen libremente por sus territorios; pero manteniendo cada una la estructura arancelaria anterior al acuerdo para el resto de economías.

• Unión aduanera. Se diferencia de la fase anterior en el establecimiento de un arancel externo común para el resto de economías.

• Mercado común. Aparece cuando se suma a la unión, aduanera la libre circulación de los factores de la producción. Es decir, en esta etapa hay libre circulación de productos, personas y capital. Además, un mercado común requiere la creación de los primeros organismos supranacionales.

• Unión económica. Cuando al mercado común se le agrega la armonización de las políticas económicas de los miembros, se convierte en una unión económica. Esta tiene como característica un sistema monetario único.

• Integración económica total. Al uniformar todas las políticas y nombrarse una autoridad supranacional que decida por encima de todos los miembros, se alcanza la integración económica total. Es la etapa previa a la integración política. El tratado de libre comercio Los tratados de Libre Comercio, son instrumentos legales que recogen los acuerdos logrados entre dos o más países, cuyos objetivos son:

1. Lograr eliminar todos los pagos de aranceles a la importación de productos entre sí y de eliminar toda medida que impida o dificulte el ingreso de productos al territorio de ambos países.

2. Establecer disposiciones legales que regulen todas las áreas relacionadas con el comercio.

3. Garantizar los derechos de toda persona o empresa de ambos países, cuando deciden invertir en el otro país.

4. Establecer disposiciones que regulen el comercio de los servicios entre nacionales de ambos países.'

5. Asegurar el cumplimiento de los derechos y obligaciones que han sido negociados, estableciendo soluciones rápidamente ante cualquier problema que surja en el comercio de productos, servicios o aquellos relacionados con las inversiones.

Fernanda Ortega

Ventaja Absoluta y Comparativa

Samanta Miranda

martes, 7 de marzo de 2017

OBJETO E IMPORTANCIA DE LA ECONOMÍA INTERNACIONAL

I. CONCEPTO

El término integración económica hace referencia al proceso mediante el cual dos o más países van eliminado entre ellos —pero no frente al resto de países— las distintas barreras económicas que pudieran tener, de tal forma que las transacciones económicas nacionales y las internacionales tienen cada vez menos diferencias a medida que avanza el proceso de integración.


Aunque teóricamente podría darse un proceso de integración económica mundial que condujera a una economía mundial integrada, los procesos de integración por razones políticas y económicas implican a un número más o menos reducido de países, de ahí que hablemos de procesos de integración económica regional.


II. MODALIDADES DE PROCESOS DE INTEGRACIÓN ECONÓMICA

En un sentido coloquial la palabra integración significa unir partes en un todo. Sin embargo, el término de integración económica no es tan claro y exige alguna matización. En concreto, vamos a detenernos en las distintas modalidades de integración económica existentes hasta culminar en la plena integración:

1. Área de libre comercio
Un área de libre comercio es la modalidad menos avanzada de integración económica, mediante la cual dos o más países eliminan entre ellos obstáculos de todo tipo al comercio de bienes, incluidas las barreras arancelarias, pero frente al resto del mundo continúan manteniendo cada uno sus propios aranceles.

Cuando se establece un área de libre comercio, por supuesto, cada país firmante del acuerdo comercial sigue manteniendo sus propias barreras nacionales respecto a los flujos de trabajo y capital, así como su autonomía monetaria y fiscal.

La eliminación de los aranceles entre los países firmantes de un área de libre comercio va a producir un aumento de los flujos comerciales entre los países firmantes del acuerdo. Esta intensificación en el comercio interindustrial permitirá un mejor aprovechamiento de las ventajas comparativas y, por tanto, unas pautas de especialización más eficientes.

Al no existir un arancel común frente al exterior, se va a plantear en la práctica un problema y es que existe el incentivo que los países excluidos del área introduzcan sus productos en ella a través del país que mantiene aranceles más bajos; una vez el producto se encuentre dentro del área, podrá pasar al país cuyo arancel es más elevado sin tener que pagar arancel alguno.

Para evitar el anterior tipo de situaciones es necesario que los países firmantes de un área de libre comercio diseñen lo que se denomina unas “reglas de origen” que distinguen entre origen y procedencia de las mercancías y que permiten a las autoridades aduaneras saber exactamente a qué bienes les pueden conceder las ventajas que supone la supresión de los aranceles.

La Asociación Europea de Libre Comercio (AELC o EFTA, por sus siglas en inglés), el Mercado Común del Sur o Mercosur, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA en sus siglas en inglés) o la Comunidad Andina (CAN) son ejemplos de áreas de libre comercio.


2. Unión Aduanera
La unión aduanera constituye una fórmula más avanzada de integración económica que el área de libre comercio, y viene a resolver las complejidades técnicas y burocráticas asociadas al problema del país de origen presente en el área de libre comercio.

Una unión aduanera añade al área de libre comercio el hecho de que los países que la forman no se limitan a eliminar las barreras arancelarias que obstaculizan el comercio entre ellos, sino que además establecen un arancel común frente al exterior. Por lo tanto, desde el punto de vista arancelario la unión aduanera actúa como una unidad frente al resto del mundo.

Los efectos de un proceso de este tipo se pueden dividir en dos apartados: efectos estáticos y efectos dinámicos. Los primeros suponen cambios en un momento dado del tiempo, en la producción, el consumo, el volumen de comercio y las relaciones de precios. Los segundos se refieren a las variaciones que a lo largo del tiempo se van a producir en el crecimiento y el desarrollo.

Los efectos estáticos han sido objeto de minuciosa atención por parte de los economistas, distinguiéndose dos grandes tipos de efectos: efecto de creación y efecto desviación de comercio.

Los efectos dinámicos que se derivan de la creación de una unión aduanera suponen una serie de ventajas para los países participantes, que fundamentalmente van a surgir de la aparición de economías a escala, de la mayor competencia o del incentivo a realizar mayores gastos en investigación. Todo lo anterior puede acelerar la tasa de crecimiento económico y al crecimiento del comercio entre los países que integran la unión aduanera.
La Comunidad Económica Europea (en su formulación del Tratado de Roma de 1957) y el Mercosur constituyen ejemplos de una unión aduanera.


3. Mercado Común
Un mercado común es una forma de integración económica en la que dos o más países además de formar una unión aduanera, adicionalmente, permiten el libre movimiento de los factores productivos entre ellos, es decir establecen libertad de circulación del capital y del trabajo.
Aunque la Comunidad Económica Europea (CEE) habitualmente se denominó Mercado Común Europeo, en realidad, constituyó exclusivamente una unión aduanera, ya que se eliminaron las trabas comerciales discriminatorias entre los Estados miembros, a la vez que se fijó un arancel común frente al resto del mundo. Pero, sin embargo, habría que esperar hasta 1993, cuando entró en vigor el Tratado de la Unión Aduanera, para que realmente se constituyera un verdadero mercado común.


4. Unión Económica
La unión económica es una forma de integración superior a la del mercado común, que añade a éste un cierto grado de armonización de las políticas económicas nacionales en un intento de eliminar la discriminación que puede producirse, precisamente, por disparidades en dichas políticas.

Una unión económica plena se alcanza cuando los países miembros unifican sus políticas económicas, incluidas la monetaria y fiscal, así como las políticas comerciales y de circulación de factores productivos.

Los países de la Unión Económica y Monetaria no sólo han apostado por constituirse como una unión económica, sino que para explotar plenamente los beneficios de ésta han considerado conveniente que vaya acompañado de una unión monetaria, o lo que es lo mismo del establecimiento de una moneda única.

Los dos primeros tipos de integración económica (área de libre comercio y unión aduanera) que hemos analizado son simplemente bloques comerciales, es decir, suponen la eliminación de las barreras comerciales dentro del bloque, pero han mantenido sus propias barreras nacionales respecto a los flujos de trabajo y capital, así como su autonomía monetaria y fiscal. En la práctica, la constitución de bloques comerciales es más sencilla que la formación de mercados comunes o uniones económicas de naciones soberanas.


III. LA IMPORTANCIA DE LOS PROCESOS DE INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL Y SUS EFECTOS
En las últimas décadas se ha producido un aumento importante de los procesos de integración económica regional, en especial, en lo que se refiere a la constitución de bloques comerciales.

A principios del año 2000, casi la mitad del comercio mundial se desarrollaba en el interior de bloques comerciales en funcionamiento. Toda esta proliferación de acuerdos comerciales debe llevar a plantearse hasta qué punto resulta conveniente.

Si comparamos el establecimiento de bloques comerciales con una política de libre comercio, la valoración que podemos hacer es claramente negativa. Sin embargo, si se plantea desde un ángulo diferente, es decir, si se parte de la existencia de aranceles y barreras no arancelarias que se aplican por igual sea cual sea el país de origen de las importaciones, ¿qué efecto tiene la eliminación de barreras entre algunos países?.

Dos ideas opuestas podemos plantear. Por un lado, la formación de una unión aduanera o de un área de libre comercio, podemos valorarla positivamente ya que permite avanzar hacia el libre comercio. Si se parte de un conjunto de barreras comerciales en cada nación que se aplican uniformemente, que se produzca un grupo de países que las elimine entre sí, significa claramente una mejora. Por tanto, desde esta perspectiva la formación de bloques comerciales permite más comercio e incrementa el bienestar mundial.

Pero, por otro lado, se puede pensar en algunas razones por las cuales la constitución de un bloque puede ser negativa, aún partiendo de una situación en la que las barreras de partida son uniformes para todo el comercio internacional.

En primer lugar, la creación de un bloque puede fomentar que se compre a proveedores de un país socio con costes más elevados. Se incentivaría la producción más costosa dentro del bloque si éste mantiene un elevado arancel sobre los bienes procedentes del proveedor más barato externo al bloque y ninguno sobre los bienes originados en una fuente más costosa dentro del mismo.

Por el contrario, un arancel uniforme aplicado sobre las importaciones tiene la virtud de que los clientes todavía seguirán comprando la mayor parte de las importaciones a la fuente más barata.

Segundo, toda la idea de la discriminación comercial nos retrae al bilateralismo de los años treinta, cuando los acuerdos por separado con cada nación destruyeron muchas de las ganancias del comercio global.

Tercero, la formación de bloques puede causar fricción internacional, simplemente porque permitir a alguien entrar en un bloque supone dejar fuera a otros.

Por las anteriores razones la Organización Mundial del Comercio (OMC) se opone, de entrada, a la discriminación comercial. Un principio básico de la OMC es que las barreras comerciales deben reducirse igualitariamente, y sin discriminación para todos los socios comerciales.

Fernanda Ortega